¿Te ha pasado alguna vez que tienes que hacer una tarea, estudiar para un examen o preparar un trabajo y, en lugar de ponerte a ello, te pones a ver una serie, a jugar a un videojuego o a revisar las redes sociales? Si la respuesta es sí, entonces has caído en la procrastinación, un hábito muy común pero también muy perjudicial para tu rendimiento académico y tu bienestar emocional.
La procrastinación es la acción o el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Es decir, es dejar para mañana lo que puedes hacer hoy, o para el último momento lo que puedes hacer con antelación. La procrastinación no es lo mismo que el aplazamiento intencional, que consiste en planificar cuándo hacer una tarea de acuerdo a su prioridad y dificultad. Tampoco es lo mismo que la pereza, que es la falta de ganas o de energía para hacer algo.
La procrastinación es un problema de regulación emocional, no de gestión del tiempo. Cuando procrastinamos, estamos tratando de mejorar nuestro estado de ánimo evitando hacer algo que nos parece desagradable, aburrido, difícil o estresante. Sin embargo, esta estrategia tiene un efecto contrario: al posponer nuestras obligaciones, aumentamos nuestro nivel de ansiedad, culpa, frustración y estrés. Además, disminuimos nuestra autoestima, nuestra confianza y nuestra satisfacción con nosotros mismos y con nuestro trabajo.
La procrastinación puede tener consecuencias negativas tanto a corto como a largo plazo. A corto plazo, puede afectar a nuestra calidad del trabajo, ya que al hacerlo con prisas y sin revisión podemos cometer errores o dejar aspectos incompletos. También puede afectar a nuestra salud física y mental, ya que al estar sometidos a una presión constante podemos sufrir insomnio, dolores de cabeza, irritabilidad, depresión o ansiedad. A largo plazo, la procrastinación puede afectar a nuestra trayectoria académica y profesional, ya que puede provocar un bajo rendimiento, un retraso en la graduación, una pérdida de oportunidades, etc.
¿Por qué procrastinamos?
Existen varias causas que pueden explicar por qué procrastinamos. Algunas de las más frecuentes son las siguientes:
- El miedo al fracaso: algunas personas tienen una alta exigencia consigo mismas y temen no estar a la altura de las expectativas propias o ajenas. Esto les genera una gran ansiedad y les hace evitar enfrentarse a los retos por miedo a equivocarse o a ser juzgados negativamente.
- El perfeccionismo: otras personas tienen unos estándares muy elevados de calidad y buscan hacer las cosas de forma impecable. Esto les lleva a dedicar demasiado tiempo a los detalles o a no empezar una tarea hasta tener todos los recursos necesarios. También les hace posponer la entrega o la finalización de un trabajo por miedo a que no esté lo suficientemente bien.
- La falta de motivación: algunas personas no encuentran sentido o interés en lo que tienen que hacer y lo ven como una obligación impuesta por otros. Esto les hace sentirse desganados y aburridos y les hace buscar otras actividades más placenteras o divertidas.
- La impulsividad: otras personas tienen dificultades para controlar sus impulsos y se dejan llevar por los estímulos del momento. Esto les hace actuar según sus deseos inmediatos y no según sus objetivos a largo plazo. También les hace ser más vulnerables a las distracciones externas, como el teléfono móvil, la televisión o las redes sociales.
- La falta de planificación: algunas personas no saben organizarse bien el tiempo ni priorizar las tareas según su importancia y urgencia. Esto les hace perder el foco y el ritmo de trabajo y les hace acumular muchas cosas para el final. También les hace subestimar el tiempo que necesitan para hacer cada cosa y confiar en que podrán hacerlo todo en el último momento.
¿Cómo evitar la procrastinación?
La buena noticia es que la procrastinación se puede prevenir y superar con algunas estrategias sencillas pero efectivas. Aquí te presentamos algunas de las más útiles:
- Reconoce y acepta que procrastinas: el primer paso para cambiar un hábito es ser consciente de que lo tienes y de cómo te afecta. No te juzgues ni te culpes por procrastinar, sino trata de entender por qué lo haces y qué beneficios y perjuicios te aporta.
- Identifica y elimina las distracciones: observa qué cosas te distraen cuando tienes que hacer una tarea y trata de alejarte de ellas o de bloquearlas. Por ejemplo, apaga el teléfono móvil, cierra las pestañas del navegador que no necesites, pon música relajante o busca un lugar tranquilo y cómodo para trabajar.
- Fija metas claras y realistas: define qué quieres conseguir y cómo lo vas a hacer. Sé específico, concreto y medible. Por ejemplo, en vez de decir “voy a estudiar más”, di “voy a estudiar dos horas al día de lunes a viernes”. También sé realista y no te propongas cosas que no puedas cumplir. Por ejemplo, en vez de decir “voy a sacar un 10 en todas las asignaturas”, di “voy a esforzarme al máximo para mejorar mis notas”.
- Divide las tareas en sub-tareas: si una tarea te parece muy grande o complicada, puedes dividirla en partes más pequeñas y manejables. Así te será más fácil empezar y seguir con ella. Por ejemplo, si tienes que hacer un trabajo, puedes dividirlo en fases como elegir el tema, buscar información, hacer el esquema, redactar el borrador, revisar la ortografía, etc.
- Establece un plan de acción: una vez que tengas tus metas y tus sub-tareas, haz un calendario o una agenda donde anotes cuándo y cómo vas a hacer cada cosa. Asigna un tiempo estimado para cada sub-tarea y respétalo. También deja algunos márgenes para imprevistos o descansos. Sigue tu plan de forma rigurosa y no lo cambies a menos que sea estrictamente necesario.
- Prioriza lo importante sobre lo urgente: a veces tendemos a hacer primero lo que nos parece más urgente, aunque no sea lo más importante. Esto puede hacernos caer en la trampa de ocuparnos de cosas triviales o secundarias y dejar para después las que realmente nos importan. Para evitarlo, puedes usar la matriz de Eisenhower, una herramienta que te ayuda a clasificar las tareas según su importancia y urgencia y a decidir qué hacer con cada una de ellas.
- Empieza por lo más difícil o desagradable: otra forma de priorizar es empezar por la tarea que más te cuesta o que menos te gusta. Así te librarás de ella cuanto antes y te sentirás más aliviado y motivado para seguir con las demás. Además, evitarás que se acumule la ansiedad o el estrés por tenerla pendiente.
- Usa la regla de los dos minutos: esta regla consiste en hacer inmediatamente cualquier tarea que te lleve menos de dos minutos. Así evitarás acumular pequeñas cosas que luego te quitarán tiempo y energía. Por ejemplo, si recibes un correo electrónico que puedes contestar rápidamente, hazlo en el momento y no lo dejes para después.
- Crea un ambiente propicio para el trabajo: procura que el lugar donde vas a trabajar sea adecuado para tu concentración y comodidad. Asegúrate de tener buena iluminación, ventilación, temperatura y silencio. También ten a mano todo el material que necesites para tu tarea y evita tener cosas innecesarias o que puedan distraerte.
- Busca apoyo o compañía: si te cuesta mucho ponerte a trabajar solo, puedes buscar a alguien que te ayude o te acompañe. Puede ser un amigo, un familiar, un compañero o un profesor. Pídele consejo, orientación o feedback sobre tu tarea. También puedes quedar con él para trabajar juntos o para controlar vuestros avances. Esto puede aumentar tu compromiso, tu responsabilidad y tu motivación.
- Premia tus logros: cada vez que cumplas una meta o termines una sub-tarea, date una recompensa. Puede ser algo material, como un dulce o un regalo; algo social, como salir con amigos o llamar a alguien; o algo personal, como ver una película o leer un libro. Lo importante es que sea algo que te guste y que te haga sentir realizado.
- Hazte sentir bien y que te anime a seguir adelante. No te castigues ni te critiques si no cumples tus objetivos, sino aprende de tus errores y busca soluciones.
- Reflexiona sobre tus progresos y dificultades: al final de cada día o de cada semana, haz un balance de lo que has hecho y de lo que te queda por hacer. Reconoce tus logros y celebra tus avances. También identifica tus obstáculos y analiza cómo los has afrontado o cómo puedes superarlos. Esto te ayudará a mejorar tu autoconocimiento, tu autocontrol y tu autoeficacia.
Conclusión
La procrastinación es un hábito muy extendido pero también muy dañino para nuestro rendimiento académico y nuestro bienestar emocional. Procrastinar consiste en postergar actividades o situaciones que debemos atender, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables. La procrastinación se produce por diversas causas, como el miedo al fracaso, el perfeccionismo, la falta de motivación, la impulsividad o la falta de planificación. La procrastinación puede tener consecuencias negativas tanto a corto como a largo plazo, como afectar a nuestra calidad del trabajo, a nuestra salud física y mental, o a nuestra trayectoria académica y profesional.
Para evitar la procrastinación, podemos aplicar algunas estrategias sencillas pero efectivas, como reconocer y aceptar que procrastinamos, identificar y eliminar las distracciones, fijar metas claras y realistas, dividir las tareas en sub-tareas, establecer un plan de acción, priorizar lo importante sobre lo urgente, empezar por lo más difícil o desagradable, usar la regla de los dos minutos, crear un ambiente propicio para el trabajo, buscar apoyo o compañía, premiar nuestros logros y reflexionar sobre nuestros progresos y dificultades.
La procrastinación no es una característica fija ni inmutable de nuestra personalidad, sino un hábito que podemos cambiar con voluntad, esfuerzo y constancia.
Si logramos vencer la procrastinación, no solo mejoraremos nuestro rendimiento académico, sino también nuestra autoestima, nuestra confianza y nuestra satisfacción con nosotros mismos y con nuestro trabajo.